domingo, enero 01, 2006
PAPAS FRITAS( UN CUENTO QUE NO FUE)
-Hola, papá.
-Hola, querida.
No nos habíamos visto, ninguno de los dos había llamado. Nadie podría explicar el porqué, pero ya no importaba.
Los abrazos después de tanto tiempo saben bien.
-¿Qué has hecho de tu vida, viejo?
Y no supe qué responderte, decir que cuando te fuiste con mamá se me rompió todo el esquema de la vida, llegaba del trabajo y era simplemente esperar la llegada del sueño, siempre a saltos, eso sí, como un zombi bebiendo leche en la cocina y dejando platos por ahí.
-Estoy muy bien, muy bien.
Y ella sabía que no, por eso mi viaje a Virginia a verla, a compartir aunque fuese una tarde. El puzzle estaba desecho, las piezas no me cuadraban y ella, con sus sólo diez años, me ayudaba a rearmarla un rato.
-¿Por qué no respondes el teléfono?
- Hay problemas de cobertura en el sector donde vivo.
Explicar lo inexplicable, veía en la pantalla esa llamada desconocida y no tenía fuerzas para hablar, quién podría, si se fueron; una a armar su nuevo proyecto a pesar de que era muy probable que en un par de años me pidiera consejos de cómo salvar su entuerto, y la otra porque aún estaba muy pequeña a pesar de que se quería quedar conmigo.
-Hace frío, papá. ¿Cómo está por allá?
Increíblemente bien, con el sol más radiante que ha habido en febrero, pero ir a la playa sin ti no tiene sentido, ¿con quien usar el bote inflable, los baldes, con quien buscar conchitas y piedras preciosas en el roquerío?
Es un burger donde estamos, las papas fritas no saben tan bien. Pero estás tú, estoy yo. ¿Por qué será que cuando uno no tiene a las personas cerca las extraña tanto? Es obvio, como la tierra es redonda, por eso la chesse no tiene gusto.
Un aeropuerto gigante, no como el de antes, dormir o al menos tratarlo, llegar a Miami, perderme, como me pierdo siempre en los trasbordos, además de esa maldita foto universitaria en la que parezco terrorista en el pasaporte, casi no convenzo a la negrita de inmigración que mi viaje era solo por un día, a verte y punto, ni explicaciones de que te echaba de menos, que solo quería un buen abrazo.
Y ahora no se de qué hablarte, sólo quería ver ese pelo rubio, tus trenzas medias hippientas que te hiciste en la playa cuando fuimos juntos, ver esa separación de ojos, ese click fotográfico de tu sonrisa.
- Estás callado, papi.
Ni hablo, sólo en la reuniones, pero no prendo la radio en el auto, ya no canto, y los emails de mis amigas no tienen respuesta. No quiero consuelo, ni veo tele.
-No te preocupes, porque te quiero hasta el infinito y más allá, como siempre. Y cuando rezo pido por ti, así que sonríe.
Nada más. Sabes cómo llenar mi estanque de orgullo. Linda, veo claramente, y el sol sale. Bien, así es la vida.
***
“Aeropuerto Arturo Merino Benítez, todos los pasajeros deben descender. Aquellos que sigan con nosotros rumbo a Buenos Aires,...”
Es volver a trastabillones del viaje, con los horarios cambiados, la espalda traspirada, ese frenesí de otros de tomar sus maletas de la parte superior cual pullman de provincia. Me quedo sentado un rato, quiero ser el último en bajarme.